miércoles, 30 de octubre de 2019

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Los 2 errores más habituales de quienes rezan el rosario


Habla de ellos uno de los más grandes apóstoles de la devoción a la Virgen de toda la historia

San Luis María Griñón de Monfort es uno de los grandes apóstoles de la devoción mariana, o sea, del amor a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, como Madre de Jesús, y por voluntad de Él madre nuestra.

Siendo el Rosario una de las manifestaciones más populares y una de las formas más profundas de contemplación de los misterios de nuestra Redención, lo recomienda con gran fervor y le dedica un lugar central en su obra.

En este fragmento tomado de su libro El Secreto Admirable del Santísimo Rosario para convertirse y salvarse, habla de los dos errores más habituales que se cometen al rezar el Rosario:

“Para recitar bien el Rosario, después de invocar al Espíritu Santo, ponte un momento en presencia de Dios(…).

Antes de empezar cada decena, detente un momento más o menos largo, –según el tiempo de que dispongas– a considerar el misterio que vas a contemplar en dicha decena. Y pide por ese misterio y por intercesión de la Santísima Virgen una de las virtudes que más sobresalgan en él o que más necesites.



Pon atención particular en evitar los dos defectos más comunes que cometen quienes rezan el Rosario.

El primero es el no formular ninguna intención antes de comenzarlo. De modo que si les preguntas por qué lo rezan, no saben qué responder. Ten, pues, siempre ante la vista una gracia a pedir, una virtud que imitar o un pecado a evitar.

El segundo defecto en que se cae al rezar el Rosario es no tener otra intención que la de acabarlo pronto. Procede este defecto de considerar el Rosario como algo oneroso y tremendamente pesado hasta haberlo terminado, sobre todo, si te has obligado a rezarlo en conciencia o te lo han impuesto como penitencia y a pesar tuyo”.

Resumiendo, en tu próximo Rosario no te olvides de:

1. Rezar por una intención concreta
2. Recitarlo sin prisa, con calma, recogimiento y paz


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¿Qué se hizo el anillo de matrimonio de la Virgen María y san José?


Dos ciudades entraron en guerra: es la Guerra del Anillo y no la escribió Tolkien

Cuando se habla de la Guerra del Anillo, inevitablemente viene a la memoria – gracias a Peter Jackson, para quien no haya leído el libro – el épico enfrentamiento entre Rohan y Gondor contra los orcos de Sauron, mientras dos minúsculos hobbits se adentraban en Mordor para destruir la maldita joya en el Monte del Destino.

Pero la historia reserva curiosas sorpresas: hubo una Guerra del Anillo real e histórica, que enfrentó a las ciudades italianas de Chiusi y Perugia en el año 1473, y que no terminó en un baño de sangre gracias al descubrimiento del cuerpo de una mujer muerta mil años antes.



No era un Anillo del Poder: para los cristianos de aquella época, era aún mucho más. Según la tradición, era el mismo anillo esponsal que san José entregó a la Virgen María, antes de la Anunciación.

Hay dos leyendas de cómo llegó el anillo a la ciudad italiana de Chiusi. La primera cuenta que Santa Mustiola, princesa romana (siglo IV) fue la poseedora del Santo Anillo, que se lo había regalado su difunto prometido Lucio, y que, escapando de las persecuciones religiosas a los cristianos por parte de Aureliano, llegó a la ciudad con la reliquia.

La otra historia dice que la reliquia llegó a Chiusi a principios del siglo XI gracias al regalo de un mercader judío a un orfebre llamado Ainero, con la condición de que la venerase como se merecía. Según decía, la mismísima Virgen María se le había aparecido en sueños, y aquello estaba haciendo tambalear su fe judía.

Ainero no creyó mucho en aquella “historieta” y dejó el Anillo guardado y olvidado en la cripta de la familia (inevitablemente, lector de la obra de Tolkien, surgen las similitudes con la ocultación del Anillo en la Comarca en manos de Bilbo Bolsón). Años después su único hijo fallece. Estando en el lecho de muerte, el hijo, ya con un pie en el otro mundo, reprochó al padre haber dejado abandonada de esa manera una reliquia de tal importancia.

Ainero, arrepentido, y después de comprobada su autenticidad, entregó el Anillo como donación a la iglesia de Santa Mustiola para que todos pudieran venerarlo. Allí comenzarían los milagros desde el primer día que llegó: por ejemplo, las campanas de la iglesia repicaban sin cesar, sin que nadie las tañera.

Un buen día, un fraile alemán del convento de San Francisco robó la preciada reliquia. No se sabe bien si fue por encargo del obispo de Perugia, o si fue por despecho, ya que algunos religiosos de Chiusi lo habían tratado mal (pensaría sin duda que los “chiusini” no merecían tener esa grandiosa joya). Robó, por tanto, el Anillo, y escapó en la noche hacia su tierra natal.

Cuando pasaba por la ciudad de Perugia, una intensa y repentina niebla le envolvió y no le permitió ver bien el camino por donde seguir. Así que decidió buscar refugio en la casa de un amigo. Invadido por los remordimientos por lo que había hecho (y seguramente temiendo que aquella maldita niebla fuera el aviso de un castigo), decidió contarle todo a su anfitrión. Este decidió que lo mejor era entregar el Anillo al alcalde de la ciudad de Perugia, el cual, admirado, recompensó al amigo con dinero y eximió del pago de impuestos a su familia hasta la tercera generación.

En tanto en Chiusi, ya al tanto del robo, corrieron a la caza del ladrón, hasta que dieron con él y lo apresaron.



¿Y el Anillo? Es aquí donde comienza una guerra entre las dos ciudades para poseerlo durante años. Se sucedieron pleitos entre autoridades y ciudadanos, y los canónigos de ambas iglesias propusieron que el Santo Anillo fuera depositado en una iglesia neutral: la urbana de los pobres franciscanos conventuales.

La cosa no paró ahí. Sixto IV, a quien recurrieron desde Chiusi y desde su defensora Siena, decidió contra Perugia; pero su sucesor, Inocencio VIII, que necesitaba ganarse el favor de la ciudad, dirimió el conflicto a favor de Perugia. Chiusi quedó en una honda tristeza, aunque afortunadamente, tiempo después descubrieron los restos de su Santa patrona Mustiola, y la alegría del descubrimiento calmó los ánimos y puso fin a la “Guerra del Anillo”.

La reliquia fue depositada en un cofre cerrada con 14 llaves en la catedral de San Lorenzo de Perugia, en la que se erigió una capilla, la Capilla del Santo Anillo, y pidieron a su más destacado pintor, el Perugino, la famosa obra el “Matrimonio de la Virgen”. Esta bella pintura, por desgracia, fue robada siglos después por Napoleón, y actualmente se encuentra en el Museo de las Bellas Artes en Caen (Francia).


Desde su llegada a Perugia, el Anillo Santo ha ayudado a crear un puente entre la religión oficial y la piedad popular y la ciudad ha recurrido en varias ocasiones a merced de la Virgen para evitar desastres naturales o invasiones enemigas. Generaciones y generaciones de peregrinos de todas las épocas han orado ante la reliquia pidiendo por salud.

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¿Qué son las “almas errantes”? ¿Existen realmente?


Hay una discusión entre los teólogos y exorcistas que creen en ellas y los que niegan su existencia

Almas inquietas que vagan por la tierra, pero no son ni demonios, ni animas del Purgatorio. Las así llamadas “presencias” representan un fenómeno que todavía la teología no logra resolver en sentido positivo o negativo.

Enrica Perucchietti y don Marcello Stazione exploran el tema en “Anime Vaganti”, Ediciones Sugarco (Almas Errantes).

“Hoy las larvas y las almas errantes son entidades conocidas sobre todo en el ocultismo, mientras que la cuestión de las “presencias” se debate de manera ecléctica también en el campo de lo sobrenatural y misterioso”, advierten los autores.



Qué almas son
Las almas errantes, para los teólogos y exorcistas católicos que creen en su existencia, serían almas de personas:

1 – Que no han tenido manera de conocer a Dios y amarlo: no cristianos, cristianos que vivieron en el ateísmo y el agnosticismo de hecho o por inducción familiar.

2 – Personas que vivieron en el mal pensando que era “bien”: niños soldado, poblaciones de caníbales.

3 – Víctimas de abusos por parte de la Iglesia y eclesiásticos y que, por lo tanto, rechazaron la religión con odio, en cierta medida comprensible por el anti testimonio eclesial recibido.

4 – Que se suicidaron sin “plena advertencia” y “consentimiento deliberado”.

5 – Que murieron repentinamente sin posibilidad de arrepentimiento pero en pecado mortal con pecados no gravísimos.

6 – Que murieron en la indiferencia religiosa, es decir, no pecaron lo suficiente para merecer el infierno, no hicieron obras buenas para ganarse el paraíso.

7 – Que pecaron de modo grave pero sin la absoluta “plena advertencia” y “consenso deliberado”.

8 – Niños no nacidos: al no haber nacido no pudieron realizar el proyecto de Dios y no pudieron pecar.

Las dudas de la Iglesia
¿Qué dice la Iglesia al respecto? Oficialmente no mucho. Los teólogos y los exorcistas contrarios a la existencia de las almas errantes se decantan fuertemente por la tesis según la cual la existencia de estas presuntas larvas no es otra cosa que una “falsa creencia”. De esta manera, la cuestión es “liquidada”. De hecho, cuando el magisterio de la Iglesia nos habla del juicio particular, nos dice:

“La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe” (1021).



El Juicio Universal

Es necesario reconocer que la expresión “retribución inmediata”, utilizada por el Catecismo de la Iglesia católica, no deja espacio a dudas: en cuanto muramos seremos juzgados: por eso, o pasaremos a través de una purificación (el purgatorio), o entraremos inmediatamente en el paraíso, o nos condenaremos inmediatamente y para siempre. No parece haber espacio para una situación intermedia referente al tema de las almas errantes.

Como consecuencia, a falta de una mayor profundización teológica que pueda abrir camino a nuevas interpretaciones, los católicos deberían considerar errónea la creencia según la cual existen animas de difuntos que vagan por el mundo como si estuvieran aún en espera de una solución definitiva.

Los “negacionistas”
Lo que estos teólogos o exorcistas “negacionistas” consideran equivocado – y es bueno subrayarlo – no es el hecho que los espíritus desencarnados se encuentren “unidos” a un lugar de la tierra: de hecho, en relación a las animas del purgatorio, no se excluye la posibilidad que se les permita descontar penas por los crímenes cometidos en determinados lugares de la tierra (quizá en los que cometieron sus pecados).

Lo que esos teólogos quieren negar es que los espíritus desencarnados estén en un punto muerto, como si estuvieran aún en espera de un juicio, es decir, privados de una “situación escatológica definitiva”: infierno, purgatorio o paraíso.

Los “Posibilistas”
La hipótesis posibilista dentro de la teología, sostiene que las “almas errantes” y las “almas de los niños no nacidos” son almas “en espera de juicio”, en busca de la luz y de Dios.

El exorcista José Antonio Forea, sostiene con fuerza, en virtud de su experiencia, la existencia de las almas errantes. Según Fortea, las almas purgantes pueden manifestarse en algunos casos a los hombres como si fueran fantasmas. En su Summa daemoniaca, Fortea sostiene que junto al fenómeno de la posesión y la infestación (que sucede cuando, según el exorcista, el demonio posee un lugar), existe un tercer caso distinto de los anteriores: las apariciones de fantasmas, las “presencias”.

Fortea sostiene además, en base a su experiencia, que las almas errantes se expresan con tonos diferentes a los de los demonios y, por lo tanto, no pueden ser identificadas con éstos. Éstas no muestran, generalmente, ni agresividad, ni la cólera de los ángeles caídos, distinguiéndose de hecho de los demonios. Lo que manifiestan son tristeza y melancolía.


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Misterios de la Sabana Santa: Las monedas, ya identificadas, sobre los ojos de Cristo


En una entrevista concedida a la radio RCF Liège, el numismático Agostino Sferrazza calcula que las monedas que aparecerían sobre los ojos del hombre del lienzo habrían sido acuñadas en el año 29. Bajo Poncio Pilato. Poco antes de la Pasión de Jesús.

ntrevistado por RCF Liège, emisora de radio cristiana de Lieja, (Bélgica), el numismático Agostino Sferrazza vuelve sobre el enigma de las monedas que cree haber identificado sobre los ojos del hombre del Santo Sudario, que podría ser Cristo. Según sus conclusiones, datarían de la época de Poncio Pilato, lo cual sería un signo adicional de la autenticidad del lienzo de Turín.



En 1976 se planteó la hipótesis de la presencia de monedas sobre los ojos del hombre del lienzo. En efecto, al desarrollar en una imagen 3D la misteriosa imagen, los científicos constaron la presencia de protuberancias sobre las órbitas imposibles de corresponder a una particularidad morfológica. Primero se piensa en botones, luego rápidamente en “leptones”, esas moneditas de poco valor extendidas por Palestina en tiempos de los romanos.

Dibujos y cartas
Las observaciones han llegado más lejos. Utilizando tecnologías avanzadas, los investigadores creen poder observar dibujos e inscripciones sobre las supuestas monedas. Sobre el ojo derecho, creen poder observar un “lituus” o bastón del astrólogo. Y sobre el ojo izquierdo una copa sacrificial. Los que desmienten la autenticidad del lienzo continúan rechazando enérgicamente esta teoría, valorando que sus defensores han “querido” ver la impronta de una moneda allí donde solo se entrelazaban unas simples fibras.

Pero la refutación no es tan sencilla, ya que además de los dibujos, se cree poder observar también las letras UKAI, que serían la parte visible de la palabra “TIBERIOUKAISAROS”, es decir, la versión griega de Tiberius Caesar, el emperador Tiberio. Un indicio precioso que corresponde a monedas contrastables de la época romana y que acreditan que se trataría de monedas acuñadas precisamente poco antes de la Pasión de Jesús.

Acuñadas en el año 29
En la entrevista concedida el martes 18 de abril a RCF Liège, el numismático Agostino Sferrazza apoya la teoría de la autenticidad de las monedas y las data en la época de Poncio Pilato. Se apoya sobre todo en las imágenes producidas por el informático Nello Balossino, profesor asociado de la facultad de ciencias de Turín, que ha conseguido resaltar de manera sorprendente la copa sacrificial que figura sobre la moneda del ojo derecho. Según Agostino Sferrazza, no hay ninguna duda: estas monedas habrían sido acuñadas en el 19 después de Cristo.

martes, 29 de octubre de 2019

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¿Por qué la cruz de Tierra santa son cinco cruces?


El conocido símbolo de los franciscanos de los Santos lugares, ¿qué significa?

¿Por qué la cruz de Tierra Santa, que los franciscanos ostentan en su escudo, tiene cinco cruces? Muy probablemente, las cinco cruces representan las cinco llagas de la pasión de Jesús: las heridas en los pies, en las manos y en el costado. Las primeras cuatro provocadas por los clavos, la última por la lanzada de un soldado romano, como leemos en el evangelio de Juan: “Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua” (19,33-34).


El propio Resucitado presenta sus llagas al apóstol Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe” (Juan 20,27).

La devoción a la pasión del Señor y a las cinco llagas se desarrolló en la Edad Media, en particular gracias a san Francisco de Asís. Los estigmas recibidos por él corresponden a las cinco llagas e indican su plena configuración a Cristo.

Una invocación usada en el Via Crucis, que deriva del Stabat Mater del franciscano Jacopone da Todi, dice así: “Santa Madre, haced que las llagas del Señor queden impresas en mi corazón”. En la Edad Media había también una Misa votiva de las cinco llagas, que confluyó en la Misa de la Pasión con la reforma litúrgica de san Pío V. La devoción se difundió después con los Pasionistas, a través del rosario y la corona de las cinco llagas.

Es interesante observar que una de las interpretaciones de la llamada cruz de Jerusalén remita a las cinco llagas. Se trata de una cruz griega (con los brazos de la misma longitud) colocada en el centro y rodeada por otras cuatro cruces más pequeñas. Es el escudo de los Franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, y también el del Patriarcado de Jerusalén de los latinos.

Las cinco llagas son el signo visible del amor de Jesucristo por nosotros, que llegó hasta dar la vida en la cruz. Como había profetizado Isaías, “por sus llagas hemos sido curados” (53,5).


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¿Por qué el símbolo de los primeros cristianos era un pez?


Además de ser un código para reconocerse en la clandestinidad, el anagrama era una proclamación de fe

Los comienzos del cristianismo no fueron nada fáciles. Considerando que el propio Cristo fue crucificado, y que los apóstoles fueron inmediatamente perseguidos de forma brutal, por no hablar de los siglos de masacres en el Imperio romano, es fácil imaginar que los primeros cristianos vivían su fe de forma prácticamente clandestina.


En un contexto de tanta crueldad, ¿cómo hacía un cristiano para saber si otra persona era cristiana también, sin correr el riesgo de delatarse y acabar en la cárcel?

Además de tomar las precauciones más evidentes, como informarse sobre los demás antes de tratar con ellos si era posible, los primeros cristianos utilizaban “códigos secretos” para confirmar si se encontraban ante una persona que compartía su religión.

Uno de estos códigos era el “Ichthys” o “Ichthus”, palabra que en griego antiguo (ἰχθύς) significa “pez”.

La hipótesis más acreditada es que un cristiano, cuando pensaba encontrarse ante otro cristiano clandestino, dibujaba una curva o media luna en tierra. Si el otro dibujaba otra media luna superpuesta a la primera, completando así la figura de un pez, había una probabilidad muy elevada que se tratase precisamente de un seguidor de Jesús que conocía el “código secreto” cristiano.


Pero ¿por qué la imagen de un pez?

Porque las letras que forman la palabra “pez” en griego, cuando se escriben en mayúscula (ΙΧΘΥΣ), forman un acrónimo con las iniciales de la expresión “Iēsous Christos THeou Yios Sōtēr“, que significa “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvatodor” (en griego antiguo Ἰησοῦς Χριστός, Θεοῦ ͑Υιός, Σωτήρ).

Así, el pez se convirtió en uno de los primeros símbolos cristianos, junto a la imagen del Buen Pastor.

El Ichthys se usaba también para señalar las catacumbas cristianas durante las persecuciones contra la comunidad, de forma que sólo los cristianos sabían dónde estaban enterrados sus mártires, para rezar allí.

lunes, 28 de octubre de 2019

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Cuando las almas del purgatorio hablan…


Detalles, recuerdos, imágenes que las ánimas han ido dejando a través de los siglos

Recuerdo que cuando era niña mi abuela me decía que había que rezar siempre por las almas del purgatorio. No lo entendía muy bien porque tampoco lo veía muy necesario. Visitando el museo de las almas del purgatorio en la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio, la única de estilo neogótico en Roma, me he dado cuenta, con bastante estupor, que mi abuela tenía razón y he podido comprender como ellas necesitan de nuestras oraciones.




Apenas uno entra en la iglesia impresiona la sugestiva atmósfera medieval. A pesar de estar en una zona bastante céntrica, reina el silencio. En la parte derecha, al lado de la sacristía, podemos visitar el museo de las almas que de alguna manera se hicieron “ver”.

La imagen que más me llamó la atención es justamente la que da la idea para recoger esta colección muy particular. Tras un incendio propagado en la capilla de la Virgen del Rosario y cuando el fuego ya se había apagado el padre Victor Jouet aseguró ver en la pared, detrás del altar, un rostro con rasgos humanos. Tenía la expresión de una cara triste y melancólica, plasmada por las llamas.


El religioso llegó a la conclusión de que el difunto era un condenado del Purgatorio y quería ponerse en contacto con los vivos. Impresionado por lo sucedido decidió buscar documentos y pruebas relacionadas con las almas penantes.

El sacerdote logró encontrar una gran cantidad de material por lo que llegó a una conclusión que los muertos condenados en el Purgatorio piden oraciones y misas de sufragio a los vivos para aliviar o acortar sus penas. Estas almas aunque si fueron buenos en vida, siempre se tiene alguna “mancha” y es por esto que se necesita el Purgatorio.


Algunas representaciones en el arte del Purgatorio

En el museo están catalogadas cada una de las manifestaciones que el museo conserva y hasta podemos llevarnos un papel que está en varios idiomas donde cuenta brevemente la historia de cada uno de los objetos.

Al leerlos no puedo negar el sentir escalofríos con semejantes relatos. Algunos ejemplos:

La mano impresa en unas páginas de un libro de oraciones.
Las huellas quemadas en una túnica y camisa de la venerable madre Isabella Fornari, abadesa de las Clarisas de Todi del 1731.
La funda de la almohada con la impresión quemada del alma de una monja muerta de tuberculosis en 1984 que se apareció a una de sus hermana para convencerla de rezar por su salvación.
Las huellas dejadas por una mujer en el gorro de noche de su esposo. Ella le pedía oraciones para pasar más rápido al paraíso.
Los billetes dejados por el espíritu de un sacerdote en el 1920 en el monasterio de San Leonardo en Montefalco, para pedir una misa para él mismo.
Pero la impronta más nítida es la de Giuseppe Leleux di Wodecq, una quemadura impresa en una manga de la madre muerta en el 1762 y que apareció en el 1789, reprochando a su hijo por la vida desordenada que llevaba y por haberla olvidada en sus oraciones. Esto hizo que se acercara enseguida a la Iglesia cambiando su vida y hasta muriendo en santidad.



Después de esta lúgubre visita pude ver, sentir y comprobar como las almas del purgatorio necesitan de nuestras oraciones y sobretodo de la misa. También he comprobado la esperanza de la vida eterna. No todo termina aquí como muchos creen.


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