De la luz divina a los vestidos de Judas. En las Escrituras, el color más luminoso tiene también un oscuro significado
Santidad y perdición. El color amarillo no recuerda sólo la luz, el sol, un color brillante y alegre. En las Sagradas Escrituras, este color tiene “dos caras”.
Lo descubrimos con Franco Boscione en “L’arcobaleno di Dio” (El Arco Iris de Dios, Ancora editrice). En el simbolismo bíblico, explica Boscione, el amarillo dorado representa el amor y la sabiduría divina que se comunica a los hombres. En el Cantar de los Cantares, la cabeza del amado es imaginada por la pastorcita como si fuera de oro puro, casi participando de forma directa en la sabiduría divina.
Manteca y miel
También los alimentos de color amarillo u oro se convierten en símbolos del amor y de la sabiduría de Dios. El hombre se alimenta de ellos tal y como absorbe y aprende del Señor el conocimiento y la justicia divina. La manteca y la miel cantado como alimento de los justos por el profeta Isaías es un ejemplo. También en el Cantar de los Cantares, el protagonista masculino describe los labios de la amada como miel silvestre.
En lo que concierne al oro, los hebreos, que no podían representar al Señor con imágenes, utilizaron el metal áureo en la construcción del Templo y del Arca, para indicar la soberanía de Dios, como se muestra en el libro del Éxodo, en el primer libro de los Reyes y en los libros de las Crónicas.
El origen del simbolismo principal del amarillo es sin duda el relato del Génesis, que comienza con la creación de la luz, el primer día. La luz solar es el manto del que se reviste el Altísimo, y el oro, el símbolo eficaz de la luz divina.
Jesús con pelo rubio
El simbolismo positivo del amarillo oro, del sol y de su luz se aplica a Jesús hasta hoy. Esta atribución es evidente sobre todo en el arte. Los artistas cristianos suelen pintar a Jesús con cabello rubio o dorado, y con una aureola que enmarca su cabeza. Cristo es el verdadero sol espiritual y el amarillo-oro es el emblema de la fe. Él es el único Sol Invictus, el que da la luz. Esto significan los rayos dorados que surgen de la cabeza de Cristo en muchos antiguos retratos.
También San Pedro, custodio de la verdadera doctrina y por tanto de la fe, es a menudo representado con la túnica amarilla dorada. También el Arcángel Gabriel. Muchas pinturas cristianas, en particular el episodio de la Anunciación de María, son representadas en amarillo.
Simbolismo negativo
Sería oportuno decir que no es oro todo lo que reluce. La Biblia, consciente del hecho de que el amarillo del oro no se encuentra puro en la naturaleza, sino que debe ser liberado de las impurezas para ser brillante y resplandeciente, utiliza mucho la analogía de los corazones que deben ser purificados como el áureo metal. Lo afirma el libro de los Proverbios pero también la primera Carta de Pedro: “así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo”.
Este aspecto del oro y de su color muestra su ambivalencia: así como puede representar lo más luminoso y puro que existe, también puede revelarse signo de imperfección, al menos en la fase precede su purificación. Hay, de hecho, una parte negativa del amarillo, en particular ese amarillo que no posee la lucidez del oro purificado.
La destrucción de Sodoma y el limón del paraíso
En algunos textos bíblicos el oro comparte color con el azufre, color infernal por antonomasia. Este último es protagonista, por ejemplo, del célebre episodio de la destrucción de Sodoma. El amarillo azufre, imagen del decaimiento moral, es el mismo que produce la ruina de las ciudades pervertidas. El libro de los Salmos, varios profetas y el Apocalipsis retoman el valor simbólico negativo del amarillo azufre.
Siempre con esta connotación negativa, hay que destacar una tradición rabínica que identifica el fruto prohibido del Edén con el limón: el color de la corteza y la acidez de la pulpa explican esta atribución.
Los vestidos de Judas
La figura de Judas, que durante los siglos ha acumulado toda clase de atributos despreciables, al menos a nivel simbólico, es representado vestido de amarillo. Esta representación de Judas es típica sobre todo de la iconografía medieval cuando el color amarillo era símbolo de falsedad y marginación.
Una connotación negativa que se extiende hasta nuestros días, pues hoy el amarillo para algunos es el color de la traición, así como de los celos…
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